Hoy se cumplen 13 años desde
que la OIT decidió involucrarse en la celebración de este día “con el fin de
promover la prevención de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales en
todo el mundo”. No obstante, desde 1996 el movimiento sindical instituyo este
día en memoria de los trabajadores fallecidos y heridos con el propósito de
honrar la memoria de las víctimas de accidentes de trabajo y enfermedades
ocupacionales.
Como resulta evidente, la
reflexión necesaria en este día debe inscribirse en el sentido siguiente:
“…qué
hemos hecho por mejorar
los índices de accidentalidad y
pérdida
de vidas con ocasión del trabajo…”
Las respuestas no son
siempre satisfactorias, todavía encontramos países donde impera el trabajo
esclavo y donde las condiciones y medio ambiente de trabajo son precarias por
decir lo menos, incluso donde los trabajadores son tratados como simples
mercancías.
Actualmente, el mundo cuenta
con mejor tecnología para el procesamiento y almacenamiento de información, lo
que conlleva a que cada vez somos más eficientes en la compilación de datos
asociados a la seguridad y salud en el trabajo. Este avance tiene dos lecturas,
la primera de ellas es que contamos con mayores datos para realizar
investigación y para comprender el comportamiento de ciertos fenómenos,
mientras que, por otro lado, esta eficiencia en los registros nos alerta sobre
el aumento de los índices de accidentalidad y pérdida de vidas.
En ese orden de ideas,
personalmente me preocupa como la cifra negra de trabajadores afectados por
exposición a riesgos psicosociales es mayor y las estrategias tradicionales que
hasta el momento se han implementado para hacerle frente al problema no rinden
los frutos esperados. De allí que, las afecciones de salud asociadas al estrés
laboral, la violencia en el lugar de trabajo y a la fatiga siguen en franco
aumento.
Mientras esta realidad se
desarrolla en el mundo, los organismos internacionales (OIT, OMS OPS) se
encuentran atrapados en su “burocracia institucional” llena de reuniones,
asambleas, acuerdos y cualquier tipo de acto protocolar que no generan mejoras
palpables dentro de la población trabajadora, y los convierte en entes cada vez
menos efectivos en el combate de las realidades que afectan la salud y
seguridad de la población trabajadora mundial.
Especialmente, la
experiencia profesional en el caso de víctimas de violencia en el lugar de
trabajo (acoso laboral o mobbing) me indica, que las estrategias desarrolladas
hasta el momento no han generado un descenso en los índices de trabajadores que
han visto afectada su salud por haber sido sometidos a acoso laboral o mobbing.
Cuando un trabajador ve afectada su salud o incluso pierde su puesto de trabajo
porque ya no aguanta más la situación que está viviendo, es una muestra de que
las estrategias tradicionales han fracasado.
Es momento de “salir de la
caja”.....
En el tema del diseño de estrategias para mejorar los índices de
accidentalidad y pérdida de vidas con ocasión del trabajo. Resulta evidente,
que si seguimos realizando las mismas acciones no obtendremos resultados
diferentes. Recordemos que un fenómeno de la envergadura de la afectación de la
salud por exposición a riesgos psicosociales requiere ensayar otro tipo de
respuesta.
Finalmente, considero que la
situación que enfrenta Venezuela en los actuales momentos es una oportunidad de
oro para comprobar fácticamente que toda inversión que se realice en seguridad
y salud en el trabajo tendrá una tasa de retorno muy alta, tanto financiera
como en la generación de bienestar en los trabajadores de las empresas que decidan
comprometerse con ese paradigma.